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por Carlos Domínguez Morano
Luce López-Baralt es una autora de renombre internacional por sus estudios sobre literatura comparada y sus investigaciones en el campo del fenómeno místico. Sus numerosas obras sobre literatura española y árabe la acreditan como una referencia ineludible en todos estos campos del saber.
En esta ocasión Luce López-Baralt nos sorprende adentrándose en el ámbito de la unión mística, pero con la audacia de quien lo hace desde su propia experiencia personal. No habla “de sabidas”, sino que lo hace desde una experiencia extática propia, íntima y personal.
Como decía Unamuno, el místico crea lenguaje, genera discursos nuevos, rompedores, preñados de densas tensiones y movimientos que tienen lugar en las fronteras mismas en las que nace la palabra. El místico se debate entre “la imposibilidad de decir y la imposibilidad de no decir” (José Ángel Valente). Es a través del símbolo y de la expresión poética como se intenta también posibilitar ese imposible.
También Luce López-Baralt interpreta la experiencia mística desde una particular experiencia biográfica y desde unos determinados sistemas simbólicos. Adentrada desde años en los espacios de la mística sufí, encuentra en la simbología islámica la mejor forma de notificar su propia experiencia extática.
Así, experimenta una sencilla y connatural hermandad con todos los místicos de ayer y de hoy, cristianos o no: santa Teresa y san Juan de la Cruz son sus referentes cristianos fundamentales. Pero también Ibn Arabi figura como un exponente muy significativo en esa hermandad con todas las grandes figuras de la mística. Místicos también, como Jorge Luis Borges o Jorge Guillén, y, de modo muy especial, Ernesto Cardenal.
Es hermoso y de agradecer este compartir que nos brinda Luce López-Baralt. La comunicación de una experiencia íntima que muestra el coraje de ofrecerse a la vista de todos, sobrepasando (no sin un patente esfuerzo), el pudor que incitaría a preservar lo vivido en el recinto de un intimismo avergonzado y solipsista. Ya inició ese acto de compartir en el hermoso poemario místico Luz sobre luz (Trotta) en el que, como canto, nos entreabrió la puerta de su intimidad transformada por el éxtasis. Ahora nos abre esa puerta ya (casi) por completo.
La comunicación de una experiencia íntima hace que nos encontremos ante una obra singular en su carácter testimonial, con un texto extremadamente hermoso en su bella expresión poética y, a la vez, con una profunda reflexión sobre la experiencia mística.